El comienzo fue el himno al final – Der Anfang war das Lied zum Schluss de Dietrich Angerstein

El comienzo fue el himno al final – Der Anfang war das Lied zum Schluss de Dietrich Angerstein

(unten auf deutsch)

Nuestra Iglesia del Redentor: Mi primera visita a fines de 1948

Debe haber sido al final del año 1948, en todo caso en tiempos de Navidad pero no en Noche Buena cuando entré por primera vez a nuestra Iglesia del Redentor, llamada comúnmente Iglesia de la calle Lota. Llegado hacía poco de Alemania, a penas dos meses, mis conocimientos del español  eran escasos, se limitaban a lo poco que uno podía aprender durante la travesía de un mes a través del estudio de la edición encuadernada de “Mil palabras de Español”,  siempre que  no había otra entretención  como bañarse en la piscina improvisada , una mirada a una isla lejana o bien el ingreso a un puerto exótico. 

Para llegar a la Iglesia de Lota  había que tomar la “micro” Los Leones. Dirección y fecha me había proporcionado Rolf Müschen, en aquellos tiempos estudiante del Pedagógico  de la Universidad de Chile. El había programado un curso de español para el tiempo después de las vacaciones de verano habiéndome comprometido participar en el. Como en ese año  había prometido pasar la Fiesta  de Navidad con mi madre y mi hermano en un lugar fuera de Santiago  pensé visitar la Iglesia del Redentor en uno de los Domingos de  Adviento.

En Alemania yo estaba acostumbrado  concurrir a un culto dominical  vestido formalmente y esto mismo lo hice  en Santiago a pesar del calor  de verano.  Llegando debí convencerme que los demás concurrentes a la Iglesia estaban observando un comportamiento igual En aquellos tiempos era impensable presentarse en una iglesia vistiendo pantalón corto y camiseta deportiva sin mangas. ¡Esto no se hacía! Si esto hoy parece adecuado  lo dejo a criterio  de cada cual, yo me quedo con la costumbre antigua.

La Iglesia había sido decorada en vista de la pronta Navidad. En la puerta  el pastor Friedrich Karle recibía a los visitantes, él era una personalidad, porque muchas instituciones chileno-alemanas  debían su sobrevivencia durante la guerra y las Listas Negras gracias a su intervención. Por tres generaciones el pastor Friedrich Karle  no sólo era pastor de la palabra  sino un verdadero luchador  por el Señor, sus Mandamientos y la convivencia de la comunidad a pesar de otras opiniones contrarias. Esta también  fue mi impresión muy  pronto después  de una estadía no muy larga en Santiago.

Fue mi primera visita a la Iglesia del Redentor y, en general de una iglesia en Chile. Me dejó una  emocinante impresión y al mismo tiempo constituyó   mi paso a un nuevo mundo. Ahí estaba sentado apretado entre personas desconocidas que, en su mayoría se conocían bien entre ellos, se saludaban, intercambiaban novedades familiares mientras yo no conocía a nadie , no podía saludar a nadie mas no obstante ya no me  sentía tan extraño . Ya sentía estar en mi nueva casa.

Debía ocurrir, los recuerdos llegaron a vencerme: El último culto navideño  en mi comunidad paternal de Merseburg. En aquellos tiempos, las cicatrices de la guerra aún no se habían sanado, un viento helado  soplaba copos de nieve por las quebradas ventanas, corría un aire frio,  a pesar de estar apretado uno por uno envuelto en pesados abrigos de invierno , si aún  contaba con uno. A pesar de no haber caído bombas  en la Catedral o el cerro del vecino castillo, estas se habían lanzado más a los sectores    habitacionales, sin embargo las ondas de  presion y las tormentas de fuego producidas por las bombas  habían causado los destrozos. Ventanales de  vitreaux  rotos yacían en los escaños, sus restos   debían primero eliminarse antes de poder sentarse, el techo padecían de roturas. Los  asistentes  al culto  estaban sentados o parados  bien apretados , calentándose mutuamente. Solo los que tuvieron la suerte de quedar en las primeras filas quedaron en condiciones de  seguir el desarrollo del culto, entender la prédica. Mas sobre todo, sobre el temor  del futuro bajo una ocupación  rusa, sobre lo que nos esperaba,  sobre el sentido de una liberación final  del infierno de la guerra, de los bombardeos, de la inseguridad de lo que nos esperaba, se imponía la potente sonoridad  del órgano, uno de las grandes obras del maestro Ladegast  y todos nosotros, a pesar del frío pero lleno de esperanza   de un nuevo futuro de paz entonamos  la canción  que en estos momentos nos parecía  como una pequeña luz  lejana  en el interior oscurecido por causa  de la  iluminación destruida: Oh du fröhliche, oh du selige  Weihnachtszeit. (Oh alegre, oh santificante Navidad plena de gracia)

Desperté de mi sueño del recuerdo : ¿No era la misma canción  que en estos momentos la comunidad  de la Iglesia del Redentor entonaba? Si era la misma: Oh du fröhliche, oh du selige Weihnachtszeit…

Fue un primer paso de una nuevo comienzo.

Unsere Erlöserkirche: Mein erster Besuch Ende 1948.

Es war gegen Endes Jahres 1948, jedenfalls zur Weihnachtszeit, nicht am Heiligen Abend, da betrat ich zum ersten Mal unsere Erlöserkirche, im Volksmund allgemein  Lota-Kirche genannt. Gerade vor knapp zwei Monaten  in Chile angekommen,  waren meine Spanischkenntnisse mehr als kümmerlich, beschränkten sich auf das wenige, was man  während einer monatlichen Überfahrt  mit Hilfe einer Heftausgabe „Tausend Worte Spanisch“  lernen konnte, wenn nicht gerade  Abwechslung geboten wurde, wie das Baden an Bord  in einer improvisierten Badeluke,  ein Blick auf eine ferne Insel oder das Einlaufen in einen fremden  Hafen.

Zur Lota-Kirche fuhr man mit der „micro“ Los Leones, Ort und Datum hatte ich von Rolf Müschen, seinerzeit Student  des Pedagógico  der Universidad de Chile, er hatte für die Zeit nach den Sommerferien einen Spanischkurs in Aussicht gestellt, an dem teilzunehmen ich die Absicht hatte. Da es mir in jenem Jahr geboten war, das Weihnachtsfest ausserhalb  Santiagos mit meiner Mutter und Bruder zu verbringen, sollte der Besuch der Erlöserkirche  eben zuvor  an einem der Adventssonntage stattfinden.

Aus Deutschland war ich gewohnt, einen sonntäglichen Gottesdienst entsprechend formal gekleidet zu besuchen und das tat ich nun auch in Santiago trotz sommerlicher Hitze. Ich musste mich  allerdings überzeugen lassen, dass alle Kirchenbesucher sich zu diesem Anlass gleich verhalten hatten, kurze Hose und ärmelloses Sporthemd wären zu jener Zeit  in einer Kirche völlig undenkbar gewesen. Das tat man nicht! Ob es heute angebracht erscheinen mag, sei dahingestellt, ich bleibe da lieber bei  altem Gebrauch.

Die Kirche war vorweihnachtlich geschmückt. An der Tür empfing die Besucher Pastor Friedrich Karle, eine Persönlichkeit , dem viele deutsch-chilenische Einrichtungen ihr Überleben während des Krieges und der Zeit der Schwarzen Listen  verdankten. Über drei Generationen hinweg war Pastor Karle nicht nur ein Pfarrer der Wortes,  sondern ein wahrer Streiter für den Herrn, seine Gebote und den Zusammenhang der Gemeinde  gewesen, trotz mancher  widerwilligen  Meinung. Den Eindruck hatte ich bald  nach gar nicht langem Aufenthalt in Santiago.

Es war mein erster Besuch der Erlöserkirche und der erste einer Kirche in Chile überhaupt. Er hinterliess einen gewaltigen Eindruck und war mir gleichzeitig der Übergang in eine neue Welt. Ich sass gedrängt zwischen mir unbekannten Menschen, von denen sich allerdings die meisten untereinander bestens kannten, sich begrüssten, Familienneuigkeiten austauschten während ich  niemand kannte, niemand begrüssen konnte und mich  eigentlich doch nicht so fremd vorkam. Schon fühlte ich, das hier wird mein neues  Zuhause werden.

Es musste kommen, Erinnerungen drängten sich auf: Der letzte Weihnachtsgottesdienst im meiner Heimatgemeinde Merseburg. Damals, die Kriegswehen waren noch nicht überwunden, ein kalter Wind wehte Schneeflocken durch die zerbrochenen Fenster, es zog, auch dicht gedrängt fror man eingewickelt in schwere Wintermäntel soweit man noch einen hatte. Zwar waren auf den Dom  und den Schlossberg  keine Bomben gefallen, die hatte man auf die Wohngebiete fallen lassen, aber Luftdruck  und Feuersturm hatten das ihrige getan. Bleigefasste Mosaikfenster lagen herausgerissen   auf Bänken und Gängen, ihre Scherben mussten erst weggefegt werden bevor man such setzen konnte, das Dach war undicht. Man sass und stand dicht aneinander, wärmte sich gegenseitig. Nur die das Glück gehabt hatten weit vorn stehen zu können, kamen in der Lage, dem Ablauf des Gottesdienstes folgen zu können, die Predigt zu verstehen, aber über alles hinweg, über Angst vor der Zukunft unter einer russischen Besatzung, über dem was uns erwarten würde, über der Erlösung aus der Hölle des Krieges, der Bombenangriffe, der Ungewissenheit ertönte der alles überwältigende Klang der Orgel, einer der ganz grossen von Ladegast erbaut  und wir alle, alle trotz Kälte , aber voller Hoffnung  auf eine neue friedvolle Zukunft  fielen  in das Lied ein was uns vielleicht in diesem Augenblick wie ein kleines Licht   erscheinen liess, da fern war es zu sehen, sogar in dieser Dunkelheit, die uns die zerstörte Beleuchtung im Innnern des Domes aufzwang.: Oh Du fröhliche, ohne du selige Weihnachtszeit.

Ich erwachte aus meinen Träumen der Erinnerung. War es dasselbe Lied welches  die Gemeinde der Erlöserkiirche gerade anstimmte?  Ja, es war es: Oh du fröhliche, o du selige Weihnachtszeit.

Es wurde  ein Auftakt zum Neubeginn.